“El monorrail vino a simbolizar el futuro del transporte, en pugna con las cápsulas espaciales y las mochilas cohete” Brian Ladd, Autophobia, 2008.
A mediados del siglo pasado, con las ciudades congestionadas por el coche, los expertos imaginaron un futuro brillante en el que tecnologías como el monorrail acabarían con los problemas de tráfico. Pero mientras la congestión empeoraba, el monorrail sólo trajo paisajes distópicos, algunas bancarrotas y un memorable capítulo de “Los Simpson”. Hoy, con las ciudades atrapadas entre la contaminación y su enorme necesidad de transporte, el coche autónomo y la movilidad como servicio se presentan como tecnologías salvadoras pero ¿serán promesas fallidas y con negativos efectos secundarios como el monorrail?
Hemos oído tantas veces las predicciones sobre la ciudad del futuro que podríamos recitarlas de memoria. La movilidad interconectada traerá urbes mucho más habitables y tener un coche en propiedad será cosa del pasado, ya que viviremos en la movilidad como servicio. A través de nuestras apps o dispositivos interconectados tendremos una capacidad de elección casi infinita e instantánea para diseñar nuestros desplazamientos: podremos llamar a un coche eléctrico y autónomo para ir al centro, y volver a casa combinando el transporte público y bike-sharing. Los vehículos nos recogerán donde digamos, sin paradas, y nos llevarán a la puerta de nuestro destino; después irán a buscar a otro usuario al que también transportarán puerta-a-puerta. Cada coche en circulación transportará a decenas de personas al día y al no haber coches particulares aparcados en la calle recuperaremos una gran cantidad de espacio urbano para usos comunitarios. Una red inteligente conectará los vehículos entre sí, con las infraestructuras y con los sistemas de control haciendo que la circulación sea siempre fluida y segura, reduciendo a cero los accidentes en las calles y la contaminación.
Los coches autónomos de Nivel 5 pueden tardar décadas aún en