Al final de la pasada temporada el WTCC, Campeonato del Mundo de Turismos, llegó a un punto de no retorno. La ausencia de equipos oficiales con apoyo de marca, tras la marcha de hace unos años de Chevrolet, después Citroën y por último LADA, dejó a la categoría con solo dos marcas implicadas, Honda y Volvo y con la categoría a punto de echar el cierre.
Para evitarlo, la organización del certamen -Eurosport- tuvo que ceder y tirar de un viejo conocido de la categoría, Marcelo Lotti, fundador del TCR. Así el WTCC mutó en el WTCR, una categoría totalmente renovada con los coches clientes como eje central de la competición. Igualdad, potencia y ahorro de costes.
El TCR como alternativa a las competiciones tradicionales
Su fundación se la debemos a Marcelo Lotti, máximo responsable del Mundial de Turismos (WTCC) hasta que tuvo que salir por la puerta de atrás del certamen que él mismo había refundado. Tras su marcha, se puso manos a la obra para crear un campeonato que reuniera las claves necesarias para ser un éxito.
Con la Seat León Supercopa como ejemplo, trató de captar el ADN de la categoría para crear un reglamento -TCR- que dio nombre al campeonato. La fórmula mágica se basó en la adaptación para competición de modelos de carrocería de cuatro o cinco puertas, motor de hasta dos litros de gasolina o diesel, tracción delantera, cambio de un máximo de seis velocidades y un peso mínimo de entre 1.250 kg y 1.285, según la caja de cambios. El coste, menor a 100.000 euros.
Para saber si un modelo rinde por encima del resto, se lleva a cabo una prueba dinámica sobre la pista realizada por un piloto profesional «neutro». En caso de que alguno sobresalga se le aplica el conocido como Balance of