Al igual que la anterior generación, el Mazda MX-5 se comercializa con dos tipos de carrocería (techo de lona y rígido). Este último, que es de tipo targa, se denomina comercialmente ‘RF’ (retractable fastback). Este modelo está disponible en los concesionarios desde 27.500 euros (ver todos los precios). El modelo que pudimos probar, que estaba asociado al acabado Zenith y a la motorización de 131 CV, se puede adquirir desde 30.300 euros.
Una gran aportación para completar la gama
Con el objetivo de complacer a un público más amplio (no hay que olvidar que, al final del ciclo de vida de la generación anterior, se vendieron más unidades del modelo con techo rígido eléctrico —el MX-5 Roadster Coupe— que de la versión de capota blanda), Mazda se veía en la obligación de mantener una versión de capota rígida que, tras probarla, debo reconocer que me ha convencido por completo pese a que soy un enamorado de los descapotables con techo de lona.
Para no perder la esencia del MX-5, ni marcar diferencias respecto al modelo de capota blanda, los ingenieros de la marca se marcaron como objetivo desde el principio que el techo duro tenía que ser ligero y compacto (sólo es 45 kg más pesado), además de no comprometer la distancia de ejes ni sacrificar espacio en el maletero. Algo que, como se puede apreciar, se ha conseguido con un éxito rotundo.
Respecto a otros modelos de techo rígido que son un engorro, el del Mazda es muy cómodo y fácil de manejar. El movimiento de los tres segmentos del techo está deliciosamente sincronizado: las secciones delantera y central del techo desaparecen por detrás de los asientos, junto con la luneta trasera, que queda bajo un panel de la carrocería. La sección trasera, con los pilares fastback, vuelve a su posición exterior. La