En enero de 2016, Volvo puso el primer ‘ladrillo’ de la primera fábrica de la compañía en Estados Unidos; específicamente en Charleston, Carolina del Sur. ¿El objetivo? Fabricar en exclusiva el Volvo S60, pero no solo para el mercado estadounidense, sino para «exportarlo a todo el mundo a través del puerto de Charleston».
Por aquel entonces, con Barack Obama en la presidencia, no se lanzaban cuchillos en forma de efectivas amenazas arancelarias, y el proyecto ya era sólido en 2015. Pero parece que Donald Trump acaba de propinar un duro golpe al plan maestro de Volvo.
«La apertura de nuestra primera fábrica estadounidense es un gran negocio»
El pasado 20 de junio se inauguró oficialmente la planta estadounidense, que fabricará el Volvo S60 -que no se ofrecerá con motor diésel- y, a partir de 2021, la próxima generación del todocamino XC90. Y aclaran por si no nos hemos enterado: «los automóviles construidos en la planta están destinados tanto al mercado interno de los Estados Unidos como a la exportación internacional».
La fábrica tiene capacidad para producir hasta 150.000 automóviles por año, y según la compañía, se espera que los primeros Volvo construidos en Carolina del Sur salgan de la línea de montaje a finales de 2018, si no este mismo verano. En cuanto al resto de previsiones, Volvo Car USA estima que la fábrica empleará «hasta 2.000 personas en la próxima década y hasta 4.000 personas a largo plazo».
Según el presidente y director ejecutivo de Volvo Cars, Hakan Samuelsson, la planta de Charleston, en la que se han invertido 950 millones de euros, establece los Estados Unidos como el tercer mercado interno de la compañía. Es mejor fabricar donde más vendes, afirman. En 2017, Volvo vendió 82.000 vehículos, todos importados.
Confían tanto que el presidente y CEO de Volvo Car en Norteamérica, Anders Gustafsson, afirma