Hace tres años, la historia de Jaguar cambió para siempre con el lanzamiento al mercado de su primer SUV, el Jaguar F-PACE. Este modelo supuso un impulso necesario a las ventas de la marca y el éxito del que gozó desde el primer momento ha permitido la creación de una nueva familia, la PACE que recientemente se ha completado con un SUV medio, el E-PACE y con su primer SUV eléctrico, el alucinante I-PACE.
Hemos probado el Jaguar F-PACE 25d, la versión con el novedoso motor diésel Ingenium de dos litros, cuatro cilindros y doble turbo de 240 CV, el cual comparte con los XE y XF. 1.500 kilómetros al volante y esto es lo que nos ha parecido.
Lo primero que hay que destacar, es que el Jaguar F-PACE con su imponente carrocería de 4,73 metros de largo, con esa parrilla delantera tan marcada y un estilo inconfundible, despierta mucha admiración.
Durante la semana que tuve el coche en mis manos, fueron muchas las veces que tuve que contestar a preguntas sobre él, sobre su comportamiento o sobre si corría o no. Un clásico. Y sí, corre más que suficiente.
Tal vez la acertada configuración de esta unidad, que además del color Firenze Red (1.027 euros) luce el nivel de equipamiento R-Sport (+10.470 euros respecto a la versión básica) y las espectaculares llantas de 22 pulgadas con 15 radios (4.803 euros) acabadas en negro, tengan algo que ver en que este F-PACE sea un auténtico rompecuellos allá por donde pasa.
Un interior con muchos huecos y bien rematado
El ambiente en el habitáculo es el que esperas en un coche de su segmento, el de los SUV grandes de lujo que tanto gustan últimamente. La calidad de los acabados es buena, me gusta disponer de muchos huecos amplios repartidos por