Hay algo muy especial en el trabajo de Bertone de finales de los años sesenta y principios de los años 70. Los prototipos que el estudio de diseño italiano presentó por aquél entonces marcarían el rumbo del diseño del automóvil durante casi dos décadas. Dos décadas en las que imperaron los ángulos rectos, los faros escamoteables y formas imposibles, tan cortantes como apasionantes. El trabajo de Bertone es tan importante como el de Giugiaro o el de Pininfarina, pero fue Bertone el estudio que sentaría cátedra, con plumas tan legendarias como las de Marcello Gandini y coches como el Lancia Stratos Zero.
No es posible entender la historia del diseño del automóvil moderno sin un nombre: Marcello Gandini. Con solo 25 años, en 1963, acudió a Nuccio Bertone con el objetivo de trabajar en su estudio de diseño. Gandini tenía un gran interés en conocer cómo se construía un vehículo, y seguía una aproximación al diseño en la que la función estaba muy por encima de la forma. Una aproximación innovadora, en una época en la que la carga de diseño de un coche era mucho más importante que su mecánica o su funcionalidad. Gandini y coetáneos como Giugiaro tenían entonces una visión futurista y revolucionaria del automóvil.
El automóvil como símbolo último de disrupción, innovación y progreso. Los coches de la era espacial.
Y Bertone no le dió trabajo, ya que Giorgetto Giugiaro – entonces director de diseño de Bertone – se negó a su contratación. Cuando Giugiaro abandonó Bertone para trabajar en Ghia, Nuccio Bertone contrató rápidamente a Gandini. Uno de los primeros trabajos de Gandini fue nada más y nada menos que el Lamborghini Miura, el coche que es considerado el germen de los superdeportivos modernos de motor central. En aquél entonces los coches de motor central eran el