La DGT de Pere Navarro tiene los límites de velocidad como núcleo de su política de actuación, como es archiconocido, y el caso de los futuros límites de 20 km/h y 30 km/h en pueblos y ciudades es un ejemplo más. Sin embargo, en el caso de los nuevos límites de velocidad urbana resulta útil tomar perspectiva, para evitar caer en posiciones exageradas, desmesuradas, superlativas.
Hagamos autocrítica sobre cómo contamos a veces las cosas. Si yo titulo este artículo diciendo que «la DGT quiere que vayamos a 20 km/h por las ciudades», no estaré siendo honesto. O si me pongo tremendista y explico que «te quitarán puntos por circular a 51 km/h en ciudad», no estaré explicando todo lo que debo.
La culpa fue del titular (que tú me invitaste a usar). Y del tío que puso el titular, claro. Y del lector que se conformó con ese titular sin profundizar en la noticia y así tener de forma inmediata más madera, para quemarla acto seguido en el fragor de la batalla de la barra del bar. Barra libre de estopa para todos, aquí.
La velocidad en la ciudad, en realidad, se va a quedar como estaba. ¿Cómo? Sí. Lo único que se va a hacer es legislar para que haya una norma que ponga sobre el papel (ya que hablamos de la DGT, casi sería pergamino) lo que de facto debería hacer cualquier conductor cabal cuando circula por la ciudad, a saber:
20 km/h en vías con plataforma única de calzada y acera
¿Y a cuánto pensábamos circular por una calle como esta? Si rozamos los 20 km/h, ya es mucho. De hecho, conviene recordar