Con un mercado en el que la oferta de cabrios puros cada vez está más contraída, siempre es una buena noticia que haya fabricantes que sigan apostando por éste tipo de vehículos. Es precisamente el caso de BMW, que lanzó el año pasado la nueva generación del BMW Z4, pasando ahora por mis manos para desgranar todos sus secretos.
La historia del BMW Z4 viene de largo: aunque no lo parezca, el tiempo pasa (demasiado) rápido y lo que a algunos nos parece apenas un puñado de años en realidad son 18: 18 años hace que BMW presentó la primera generación del BMW Z4, sustituto del ya extinto BMW Z3, con dos objetivos muy claros: ofrecer una calidad de conducción a la altura de lo que se esperaba del fabricante alemán y contar con un diseño que hiciera girar cabezas.
Han pasado casi dos décadas y, en la actualidad, el BMW Z4 avanza ya por su tercera generación, lanzada al mercado en 2019. Lo reconozco, desde el primer momento en el que vi las primeras imágenes de ésta tercera generación, torcí el gesto: el BMW Z4 había dejado de parecerme un descapotable atractivo. No me gustaba. Así que he decidido examinarlo a fondo para saber si es capaz de convencerme con argumentos sólidos de que soy yo el que estaba equivocado, no los señores de BMW.
Para ello, acompañado de mis amigos y compañeros, que han traído otros juguetes de la talla del Alpine A110, he decidido hacer de las carreteras de Sierra Nevada el primer punto de encuentro con el roadster alemán, que estará acompañado también por otros modelos como el mencionado Alpine, el Porsche Cayman T o un especialísimo Audi TT RS.
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Un BMW Z4 muy especial
La unidad que ocupa éste artículo, la que he analizado, está