Hablar del Bugatti Veyron es hablar de un coche legendario. El primer gran hiperdeportivo del siglo XXI. Un coche diseñado para ser increíblemente rápido en recta, a la vez que totalmente lujoso en su interior. Muy pocas personas pudieron acceder a un Bugatti Veyron a estreno, pues solo se produjeron 450 unidades, de las cuales 300 tenían carrocería coupé y 150 eran descapotables.
El caso es que el Veyron 16.4 utiliza un motor muy llamativo y poco convencional. Se trata de un bloque W16 de 8 litros con nada menos que cuatro turbos. Fue presentado originalmente rendiendo una potencia de 1.001 CV y 1.250 Nm de par. Obviamente contaba con tracción integral a las cuatro ruedas. Según los datos, acelera de 0 a 100 km/h en solo 2,5 segundos, pasando de 0 a 200 en apenas 7,3 y completando el 0 a 300 km/h en 16,7 segundos.
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Sin duda alguna son unas cifras brutales. Hablar de un coche que superar los 300 km/h ya supone mucho respeto, pero este además lo hace en menos de 17 segundos. Y ojo, que estamos hablando de un coche presentado hace 15 años, cuando era con mucha diferencia el más rápido del planeta.
Pero esas cifras anteriores no llamaban tanto la atención como su velocidad máxima. La marca francesa perteneciente a Volkswagen afirmaba que su hiperdeportivo era capaz de superar los 400 km/h en condiciones reales. Ningún coche de producción en serie había llegado a superar esa barrera, al menos oficialmente.
En abril del año 2005 el piloto de pruebas Uwe Novacki se subió al Bugatti Veyron 16.4. Estaba muy acostumbrado a rodar en la pista de alta velocidad de Ehra-Lessien, pero nadie antes había intentando superar los 400 km/h en un coche de producción en serie. Nadie tenía experiencia en eso. Todo salió bien y demostró que